El gestor de la gran travesía que hizo el chocolate de México a España fue Hernán Cortés. Visitó la corte del gobernante Moctezuma en Tenochtitlan, capital del imperio mexica, donde halló que la bebida era una recompensa para los soldados que regresaban exitosos de una batalla, utilizada en rituales y consumida durante fiestas importantes.
Los conquistadores españoles y los jesuitas reconocieron que el chocolate era energético. Un inventor anónimo propuso agregarle leche y azúcar, convirtiéndolo en una bebida distinta, explican expertos como Claudio Meneses, tradicionalista peruano.
En España se empezó a popularizar como un producto exótico y la nobleza lo ofrecía como parte del agasajo, un ritual que ofrecían a sus visitas.
Luego pasó a ser parte de los banquetes de las distintas esferas de la sociedad, incluyendo a las congregaciones religiosas. En parte, fueron los monjes los encargados de difundir su consumo en los monasterios.
Habían pasado unos 40 años del descubrimiento de América en 1492, cuando los conquistadores llegaron al Perú. “Para ese entonces ya había una o dos generaciones de españoles acostumbrados a consumir chocolate y lo trajeron”, relata Olivas.